jueves, 30 de marzo de 2017

SOS…CABINA TELEFÓNICA DE FERMOSELLE

Las cabinas telefónicas tienen los días contados


La cabina de teléfono aún forma parte del paisaje urbano de Fermoselle. Solamente se conserva una, junto a la puerta norte de la iglesia parroquial, después que hace unos años desaparecieron las otras dos situadas en la Plaza Vieja y en Santa Colomba. Se marcharon silenciosamente sin recoger el agradecimiento que le correspondían por tantos servicios prestados.
Pero sobre la que nos queda en pie pende una espada de Damocles que en cualquier momento puede caer sobre ella. Reconozco que su utilidad primigenia ha quedado prácticamente reducida a la nada debido a la aparición de la telefonía móvil, pero no por ello se debe hacer tabla rasa y liquidarla porque ahora a la empresa gestora no le es productiva. Claro, como el interés económico prima por encima de cualquier otro estamos seguros que su vida se encuentra en la recta final.
Y me pregunto. Llegado ese momento, ¿no se podría hacer algo para mantenerla enhiesta, eso sí, con el decoro que se merece? Un mueble urbano que guarda como secreto de confesión tantos mensajes privativos de cuantos se recluían en él no se merecería ese trato tan cruel.
¡Cuántas situaciones de alegrías, de emociones, de llantos, de sorpresas, de ensueños, de realidades, incluso de odio, se recogieron entre sus cuatro paredes acristaladas! Todas esas vivencias se irían al traste si nos quedamos de brazos cruzados.
Seguro que más de uno pensará todo lo contrario al considerarla un trasto muerto que lo único que hace es afear el entorno. Todos mis respetos para el que así lo sienta.
Viene esto a cuento a que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia remitió el pasado mes de diciembre un informe al Ministerio de Industria, Energía y Turismo en el que aconseja que se revise la función de servicio universal de telecomunicaciones frente a la irrupción de la generación de los teléfonos móviles. Ello supone, en la práctica, la retirada total de las cabinas.
Lejos quedan los días de gloria del primer teléfono público español instalado en 1.928 en Viana Park, en el Parque del Retiro de Madrid, que funcionaba con fichas y de aquellas cabinas que en 1.966 se pusieron en marcha en las calles y  que se convertían en cómplices mudas de las conversaciones más íntimas. Puede ser que el fin de las cabinas telefónicas no llegue hasta 2018, pero lo cierto es que este invento del siglo pasado está en peligro de extinción.
Las cabinas son un derecho y un servicio en favor de los ciudadanos. El Servicio Universal está recogido en la Ley General de Telecomunicaciones y garantiza, entre otras prestaciones de telecomunicaciones, que todos los ciudadanos tengan acceso a una red suficiente de teléfonos de uso público, esto son, las cabinas. Por lo tanto, según recoge el artículo 32 del Real Decreto 726/2011, el prestador de este servicio debe atender con una cabina los municipios de más de 1.000 habitantes, con una exigencia de un teléfono más por cada 3.000 habitantes.

Como conclusión me permito indicar que ese mobiliario urbano que nos resultó tan característico y útil desaparece de nuestro entorno. No le damos mayor importancia, pero algún día nos servirá de reflexión de los cambios que tan vertiginosamente vivimos. Entonces nos volveremos nostálgicos y preguntaremos por qué no se conservó al menos esta última cabina como un elemento integrado en el paisaje y recuerdo de otra época.

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